jueves, 9 de junio de 2011

Carne de Caballo , de Don Martin Castro



A lo largo del camino

vi pasar una potrada,

por dos paisanos arreada

con destino al saladero;

iba para el frigorífico

para ser sacrificada

y después de congelada

enviarlas al extranjero.

¡Cómo! le increpé en voz alta

alzando el puño crispado,

al capital y al Estado

al critirio nacional;

acaso ignora la Patria

que el caballo fue un guerrero,

fue el chasqui; fue el granadero

montonero y federal.

La playa del frigorífico

es del caballo el banquillo,

donde cae bajo el cuchillo

la potrada del rural,

los gringos han descubierto

que el jugo del caballito

es de un sabor exquisito

un plato internacional.

Pero en la mesa del gringo

sin peros y sin escollos,

también ocupan los criollos

el lugar del comensal;

al caballo que le diera

tantas glorias a la raza,

la ingratitud amenaza

la nobleza irracional.

Pero en la mesa del gringo

sin peros y sin escollos,

también ocupan los criollos

el lugar del comensal;

al caballo que le diera

tantas glorias a la raza,

la ingratitud amenaza

la nobleza irracional.

En el Japón por ejemplo

nuestro noble caballito,

es un bocado exquisito

de los que cambian mantel;

no es el guiso campesino

del que hace mesa redonda,

no es para gente de fonda;

es para gente de hotel.

Un gaucho que no es un gaucho

pero que usa escarapela

lo mezcla en la mortadela

lo embute en el salchichón;

hace de su fiel amigo

un chorizo parrillero

y deja del compañero

los huesos junto al fogón.

Pero es vergonzante ver

que el hijo del veterano,

del conquistador del llano

que tanto galopó en él;

que en un lejano país

nuestro caballo glorioso

surja en un plato sabroso

en la mesa de un hotel.

El caballo en cien peligros

le prestó con entereza,

al hombre la ligereza

como el lomo salvador;

y hoy el hombre en recompensa

después de la gran jornada,

lo como en una empanada,

lo clava en un azador.

Para el gringaje argentino

el caballo es cosa vieja,

no lo alegra, no lo aqueja,

no es valor, ni desvalor;

al caballo lo ha tumbao

el progreso judaizante,

el redondel de un volante

cuatro ruedas y un motor.

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