[Nadie sabe cómo quema... (1) Con los ojos tapados como suelen hacerlo solo a los costados camino ya viejo y agotado. Frente a mí, el mundo por detrás, mi destino inevitable son mas de dos, no lo dudo ya que el peso se hace insoportable. Portador de una vida en soledad resignado a un futuro de tristeza pues de potro me ocultaron la verdad que nada es más cruel que la humanidad. Ya ni ganas me quedan de erguírmele a la vida nadie sabe como quema este sol de mediodía. De pronto ante mis ojos veo alguien que me mira en silencio alza su mano y con una cómplice sonrisa me regala una caricia. De nuevo los golpes en mi cuerpo me obligan a marchar mas ahora marcho erguido porque siento que mañana al volver a ese lugar aquella cómplice sonrisa una nueva caricia me ha de regalar. Nadie sabe cómo quema… (2) Cada día de esta vida al pasar por esa esquina aunque me sienta viejo y vencido sus caricias me recuerdan que a pesar de todo, sigo vivo. Los encuentros se sucedieron a lo largo de los días sintiendo que su cariño calmaba mi agonía. De repente y como sospechaba un día al llegar al lugar la cómplice mirada aquella caricia que mis heridas sanaba ya no me esperaba otra vez la soledad se hacía muy pesada otra vez la esperanza de libertad se volvía muy lejana. Pero de pronto al acercarnos al lugar una multitud causaba alboroto un tirón me hizo parar y la gente se empezó a abalanzar. Yo no entendía demasiado mas de golpe fui liberado y al segundo me habían montado de un salto lo hubiese tirado de no haber sido que susurrándome al oído una voz suave me dijo vamos amiguito ya sé que estás cansado pero no debes darte por vencido camina como puedas y te llevaré donde tú siempre has querido. Así llegamos a un hermoso prado mas las sorpresas no habían acabado frente a mí estaba esa persona… esa que con sus caricias diarias renovaba mi esperanza me sentí tan feliz que hubiera llorado pero solo relinché y corrí feliz por el prado
AUTOR: ERIKA MANSILLA .
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